sábado, 15 de marzo de 2014

Morir de Nada.

No hay mucho por decir, tengo el tiempo justo para contar lo que pasó, no es que me persigan o me apresuren, solo quiero deshacerme ya de esta historia, dejar de verla repetida una y otra vez en mi mente, por eso la prisa, quiero dejárselas a ustedes, yo no puedo mas con ella.
No vale precisar día, mes, ni siquiera año, pueden ubicar la historia donde les parezca mejor, es una historia tan común, de esas que han pasado tantas veces y en tantos lugares diferentes que se han convertido todas en una sola.
Dos sujetos. No había minuto en que sus mentes no pensaran en lo mismo, no había hora en la que no repasaran todo lo sucedido, las circunstancias que les llevaron al mas vacío odio, y digo vacío, porque lo que impulsaba a este odio no era mas que el tiempo, y ese, probablemente sea el odio mas intenso.
Vagaban por ahí, se confundían entre la multitud, cumplían con sus vidas cotidianas, todo sin el mayor problema, el problema era el encuentro, encuentro que ambos sabían llegaría tarde o temprano, y en el cual, por razones ajenas a la voluntad de nuestros protagonistas, habrían de destruirse, debía ser así, los dos estaban seguros.
Era una mañana fría y gris, de esas que te inspiran a quedarte en la cama, eso lo recuerdo muy bien, salí de mi casa, a la misma hora de siempre, sin saber lo que estaba por mirar. Había algo en el aire, eso no se puede negar, había una calma espantosa, las calles estaban vacías y el poco ruido que había era el de los coches pasando sobre el pavimento mojado, de vez en cuando se escuchaban los pasos que daba sobre los charcos dejados por la torrencial lluvia de la madrugada. El camino se hizo mas largo de la habitual, tal vez por el frío, era de ese frío que te cala hasta los huesos, ese que mueve el viento, un clima atípico para la época del año. Decidí aprovecharlo y encender un cigarrillo, fui fumando para acortar el camino, para distraer al cuerpo de esa gélida mañana. ¿Sería esa la tan mentada calma que antecede a la tormenta?
Llegué, aún aturdida por la mañana, tal vez por la abstracción del cigarrillo, o por el frío, no lo sé, el punto es que caminaba con la mirada perdida en mis propios pasos, tanto así, que no pude prevenir lo que estaba por suceder, y es que para ese punto era algo mas que obvio, de otra manera no me explico por que todos estaban tan lejos del lugar, veía a un par de personas arrinconadas, como esperando algo, como esperando una explosión, no eran los únicos que miraban a la distancia, pero si eran los únicos a los que reconocía, y ellos a mi, me veían con una mezcla de lástima y desesperación, como si quisieran sacarme de ese lugar, pero con la impotencia de no poder hacerlo, ellos sabían, sabían que estaba por ocurrir. Comencé a sospechar cuando lo vi a el, sentado ahí, nunca se sentaba en ese lugar, me acerqué de a poco, sintiendo las miradas del resto, sintiendo los mudos gritos que expresaban sus ojos, gritos de "no te acerques" pero era muy tarde, ya estaba frente a el, estaba poniendo la mejilla para saludarle, se le veía una cara terrible. Yo nunca he visto a un condenado a muerte, pero supongo que así deben lucir.
- Que cara... ¿Mala noche?
- Noche, sin mas. Ni mala ni buena
Me contestó con un tono de voz, inexpresivo, totalmente seco. No era algo tan extraño, el siempre fue alguien muy serio, era la cara lo que me inquietaba, nunca había visto tanta resignación en un rostro.
- Venga, dime que pasa, hay confianza
- No pasa nada, es eso.
De nuevo el tono de voz, ni siquiera sé como describirlo, era un ruido sordo, realmente hacía creer que no pasaba nada, nada en el absoluto y definitivo sentido de la palabra, yo estaba hablando con un cascarón humano, con alguien vacío y sin mas labor que existir, que estar, que estar ahí sentado, en un lugar que no frecuentaba.
Viéndolo bien, ese día podía pasar desapercibido, en general todo estaba normal, eran las pequeñas cosas las que habían cambiado, y no esa clase de pequeñas cosas que en conjunto hacen un todo, no, el todo era normal, el conjunto era normal, las cosas solo se volvían raras cuando las separabas, y eso probablemente era lo mas extraño.
Nos quedamos en silencio un par de minutos, esperando, no sé que, pero esperábamos algo, teníamos el mismo rumbo, pero sabíamos que no era el momento de levantarnos y seguir. Recuerdo bien como soplaba el viento esa mañana, como ese mismo viento movía su cabello y como yo me quedaba absorta mirándole, tratando de entender la "nada" que lo aquejaba. El giró la cabeza hacía mi, me sorprendió mirándole, soltó una leve risa y dijo:
- No me crees, no quieres creer que no me pasa nada. Todo el mundo está acostumbrado a verme mal.
Y era verdad, ya todos nos habíamos habituado a su malestar, hoy le faltaba esa parte de el.
- Pues si, si te creo, tienes cara de "nada"
Sonrió, como me gustaba verlo sonreír, era una sonrisa tan bella, tan sincera.
- ¿Cara de nada? me gustan tus expresiones.
Le devolví la sonrisa, pero no podía ser tan sincera como la de el, en ese punto, yo ya presentía lo que venía, la única forma en que podía verlo era como el condenado antes de morir.
Es curioso, recuerdo muy bien los detalles, recuerdo hacia que parte de la frente tenía el flequillo, recuerdo como temblaba por el frío, como soplaba en sus manos, incuso soy capaz de recordar los calcetines que llevaba ese día, recuerdo como me miró y sonrió sin el mayor motivo, giró la cabeza, y en un tono serio me dijo:
- ¿Sabes lo que pasó, verdad? ¿Sabes que no fui yo?
- Eres inocente, lo sé muy bien.
Solía hacer eso, solía soltar frases y preguntas al azar y esperar que yo las contestara, como si supiera de lo que estábamos hablando, era nuestro juego... a veces pienso que ese día no fue un juego, a veces pienso que ambos sabíamos de lo que hablábamos, que sabíamos lo que venía, no me gusta especular.
Tardó varios minutos para contestar.
- Tu juicio y su juicio son los que importan, es una pena que el tuyo no valga.
Dicho esto soltó una sonrisa cínica. Me gustaban todas sus sonrisas, y las tenía ya bien estudiadas.
Pasamos un rato hablando, soltando frases al azar, pero ya sin importancia, fue un momento muy bello. Siempre me rendí a su sinceridad, nunca pude hacerle frente a su mirada, nunca pude afrontar el hecho de no provocar la sonrisa perfecta, que con el era mi limite, ver de cerca la sonrisa que expresara antes de su caída, cuando se iluminaban sus ojos.
Nos levantamos, sabíamos que debíamos partir, no queríamos, presentíamos todo, sin embargo seguíamos sin imaginarlo. Había mas gente al rededor ahora, todos conservaban esa inquietante distancia, todos nos miraban, y el no lo notaba, estaba perdido en el futuro, estaba perdido en su condena. El saludaba a un par de amigos en común, de lejos, ellos jamás se acercaron, tal vez si se hubieran acercado, tal vez no habría pasado, pero hay cosas que deben suceder, cosas que no puedes evitar, quiero suponer que era una de esas cosas.
Caminamos lento hacía las escaleras, paso a paso, pisando las flores que la lluvia y el viento habían arrancado de los arboles. Hubo silencio. Soltó un suspiro antes de subir el primer escalón.
No sé muy bien como describir este momento, lo tengo muy claro, pero no encuentro las palabras, aquello era una tumba, el silencio te aplastaba, el aire se volvía denso, quien haya subido escalones luego de fumar endentará lo del aire, era peor.
Llegamos al segundo piso, y ahí, en el pasillo, ahí ocurrió. Se cruzaron. Se cruzaron, no me incluyo en esto, a pesar de ir caminando junto a el, en ese momento desparecí, no había nada mas que ellos.
Por esos caprichos del destino ambos levantaron la mirada cuando estaban a escaso medio metro.
Los había visto mirarse antes, los vi antes de la caída, los vi después, y jamás fue como ahora, ahora la mirada era fría y cargada.
Ni siquiera puedo decir cuanto tiempo duró aquello, para mi fue eterno. Ver como chocaban, saber que seguramente se estaban diciendo todo. Recuerdo perfecto como ambos palidecieron a penas al levantar la mirada, los dos sabían lo que pasaba, sabían como estaba pasando todo, todo eso a lo que estuvieron destinados desde el primer encuentro. Uno de ellos debía salir bien librado, si es que a eso se le puede llamar "bien"
Lo vi en sus ojos, vi como brillaron, vi como pudo ganar, como pudo ser quien saliera con vida de eso, pero prefirió bajar las armas, vi como se entregó... Vi como lo acribillaron sin piedad, como caía muerto, sin mas.
Bajó la mirada, dio un paso al costado y continuó avanzando. Yo no lo pude seguir, para eso tendría que haber muerto.

A veces paso por aquel lugar, me gusta creer que lo volveré a encontrar y que volverá a sonreír.


-RS.