Escuchaba el ruido de un violín, alzaba la cabeza confundido, distinguía luces, había mucho movimiento al rededor, a penas distinguía sombras, una de ellas se posó ante el, le decía algo, no sabía que, seguía aturdido, hacía intentos desesperados por enfocar la mirada abría y cerraba los ojos con inusual violencia, la vista estaba enfocada, pero el sonido continuaba disperso, lo único claro en el ambiente, era el sonido del violín que comenzaba a fastidiarle. Se levantó bruscamente, tirando la silla y la mesa contigua a la suya, empujó a la silueta que estaba frente a el, no de manera violenta, mas bien con una especie de "brusca amabilidad", salió de aquél lugar torpe y aturdido sin saber la causa. Cuando pudo notar, se sorprendió a si mismo paseando por el malecón. Recordaba el escandaloso ambiente que había a su al rededor hacía unos minutos, recordó aquel violín que tanto lo irritó, trataba de recordar la melodía, pero era incapaz, le vino a la mente una canción, que por evidentes razones geográficas resultaba prácticamente imposible. Miró a su al rededor y todo estaba en calma, no había nadie, a penas un par de autos circulaban por ahí, seguramente era muy tarde. Su estado le impedía analizar a fondo la situación. Las únicas certezas eran el frío y la noche. Tenía la mirada perdida en el tranquilo vaivén de las olas, sin noción del tiempo ni de la existencia, pero con un deseo casi instintivo de consciencia, quería recordar, pero sin quererlo realmente. Así pasaron minutos, horas, probablemente, los recuerdos llegaban y se iban, poco claros, emulando al mar, tomaban forma poco a poco, ahora era consciente del lugar en el que estaba, se encontraba a pocos minutos del puente donde había pasado la tarde del día anterior, recordó aquel bello atardecer, y las pocas fotos que tomó, recordó a la pareja que paseaba tomada de la mano. Como lloró ese día. Recordó el tango que tarareaba buscando un distractor para su nostalgia, hecho curiosos elegir un tango para esa labor.
Ahora sabía lo que había ocurrido, sabía que había bebido demasiado en esa taberna, sabía de la bailaora sevillana a la que había rechazado de la peor forma, sabía lo que había dicho esa noche, sabía de las lágrimas, derramadas, de las risas que el alcohol le sacó, del ridículo que había hecho, de como en su patético intento de bailar flamenco terminó en el piso, pero nada importaba todos esos incidentes, no llegaban a ser ni siquiera recuerdos graciosos, eran solo cosas que habían pasado, inadvertidas, como el mismo respirar, ya todo era así, el único recuerdo que le interesaba era ahora tan distante que casi se le podría calificar de inexistente, sin embargo era tan fuerte... Dejó caer un par de lágrimas mientras apretaba el puño.
La mirada seguía perdida en el mar, queriendo zarpar, con un destino claro, con otro puerto esperándolo, había una especie de justicia poética en aquella situación, era casi un gesto burlón de las circunstancias, era la casualidad que se reía de el.
No hay nada peor para la belleza que el hecho de no ser admirada, nada peor que pasar por gris y desapercibida, ser tratada como "algo mas"
Era una noche tan bella, con el mar en el horizonte, y las luces de la hermosa ciudad alumbrando detrás, pero no había punto de comparación, no había belleza que valorara mas que la de esos ojos que supieron eliminar las imperfecciones del lugar odiado, la belleza de la estruendosa risa que le permitió escuchar de otro modo, la perfecta ingenuidad que le hizo notar la arrogancia que lo rodeaba y que otrora consideró virtud.
Como el río, el había cambiado siendo el mismo, como el río el desembocó en el mar, como el río el quería perderse en la inmensidad que tenía delante.
- RS.
viernes, 31 de enero de 2014
martes, 7 de enero de 2014
El Pájaro lo Descubrió
Al fin se dio cuenta, por fin lo notó.
Parado en el cable de siempre, después de un día lluvioso, refugiado en un árbol, pudo salir, salir y postrarse en ese cable para aprovechar los últimos minutos de sol que el día brindaba, era un bello atardecer, acompañado del delicioso aroma que desprende el aslfato mojado, pero era lo de menos, el no prestaba atención, tenía la mirada fija en esa ventana, la misma ventana de siempre, esa ventana donde cada tanto veía a un muchacho pasar, en ocasiones el muchacho se detenía a contemplarlo y se miraban mutuamente, algunos días el muchacho le sacaba fotos. -Que comportamiento extraño-pensaba, -¿De que sirve fotografiar al mismo pájaro parado en el mismo cable, con el mismo atardecer de fondo? Que cosa tan absurda- Solía decir. Pero ahora parecía cobrar sentido, probablemente aquel joven de la ventana ya lo sabía, o al menos lo intuía, intuía la decadencia que rodeaba al ave. Siempre en las alturas, siempre alejado del suelo, mirando hacía abajo con necio desdén. Ahora lo comprendía, entendía por que sus padres lo habían criado en lo alto de un árbol, por que lo habían obligado a volar por que le habían inculcado ese asco al hombre, a ese "bicho rastrero" como le llamaban el resto de las aves y es que toda esa crianza no era mas que el complejo que sufrían sus padres, complejo heredado desde el principio de los tiempos, desde que en aquel primitivo mundo el primer reptil se decidió a dejar la tierra, y así con los años, sus evolucionados descendientes vieron la vida correr lejos de las ataduras de los bichos sin alas.
-El poder no es deber, pero no volamos porque debamos, ni siquiera porque podamos, volamos porque huimos, escapamos tristemente de nuestra decadencia, vamos alto buscando el sol, así como Ícaro. ¿Y que fue de el? terminó hundido en las profundidades del mar epónimo luego de su triste intento de alcanzar el sol. Pero ese no era su objetivo, su padre le dio alas para escapar, sin embargo una vez conseguido el modesto objetivo, antes de caer en el mar, cayó en la arrogancia, y ese parece ser el destino de nosotros los pájaros; volar para escapar y luego descubrirnos ahogados en nuestra arrogancia.
Ya es tarde, el sol ya se puso y debo volver al nido, mañana enseñaré a mis hijos a volar... Podría contarles sobre el triste complejo de Ícaro que nos acompaña hasta la muerte, pero como dije, poder no es deber, que las cosas sigan su curso, que los pájaros sigan volando.
-RS
Parado en el cable de siempre, después de un día lluvioso, refugiado en un árbol, pudo salir, salir y postrarse en ese cable para aprovechar los últimos minutos de sol que el día brindaba, era un bello atardecer, acompañado del delicioso aroma que desprende el aslfato mojado, pero era lo de menos, el no prestaba atención, tenía la mirada fija en esa ventana, la misma ventana de siempre, esa ventana donde cada tanto veía a un muchacho pasar, en ocasiones el muchacho se detenía a contemplarlo y se miraban mutuamente, algunos días el muchacho le sacaba fotos. -Que comportamiento extraño-pensaba, -¿De que sirve fotografiar al mismo pájaro parado en el mismo cable, con el mismo atardecer de fondo? Que cosa tan absurda- Solía decir. Pero ahora parecía cobrar sentido, probablemente aquel joven de la ventana ya lo sabía, o al menos lo intuía, intuía la decadencia que rodeaba al ave. Siempre en las alturas, siempre alejado del suelo, mirando hacía abajo con necio desdén. Ahora lo comprendía, entendía por que sus padres lo habían criado en lo alto de un árbol, por que lo habían obligado a volar por que le habían inculcado ese asco al hombre, a ese "bicho rastrero" como le llamaban el resto de las aves y es que toda esa crianza no era mas que el complejo que sufrían sus padres, complejo heredado desde el principio de los tiempos, desde que en aquel primitivo mundo el primer reptil se decidió a dejar la tierra, y así con los años, sus evolucionados descendientes vieron la vida correr lejos de las ataduras de los bichos sin alas.
-El poder no es deber, pero no volamos porque debamos, ni siquiera porque podamos, volamos porque huimos, escapamos tristemente de nuestra decadencia, vamos alto buscando el sol, así como Ícaro. ¿Y que fue de el? terminó hundido en las profundidades del mar epónimo luego de su triste intento de alcanzar el sol. Pero ese no era su objetivo, su padre le dio alas para escapar, sin embargo una vez conseguido el modesto objetivo, antes de caer en el mar, cayó en la arrogancia, y ese parece ser el destino de nosotros los pájaros; volar para escapar y luego descubrirnos ahogados en nuestra arrogancia.
Ya es tarde, el sol ya se puso y debo volver al nido, mañana enseñaré a mis hijos a volar... Podría contarles sobre el triste complejo de Ícaro que nos acompaña hasta la muerte, pero como dije, poder no es deber, que las cosas sigan su curso, que los pájaros sigan volando.
-RS
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