Caí por fin ya sin brío, cansado, fuera de ambiente, quedó aquel tiempo latente, ausente, lento, sombrío, tendido ante el poderío de tu fulgor sideral, sentí el soplo del final, merodeando el corazón, como un sereno aluvión, como un rumor ancestral.
Se destrozó aquel hastío, feroz y elocuentemente, tu tono fue impertinente calibrando el desafío. Atesorando el estío de tus tiempos en plural, me abandona el carnaval, huerfano ya de aflicción, firme el rictus de bufón abriéndome a canto y cal.
El tiempo tomó un desvío, río abajo en la corriente, me encontré así de repente completo, semi vacío, y allá fui en el desvarío de tu cadencia fluvial, mucho menos bien que mal te solté mi confesión, en plena alucinación, descendiendo en espiral.
Tu beso desterró el frío, desde otro tiempo presente, el fuego se hizo presente, dejando atrás el gentío, y me aturdió el griterío de tu fragancia frutal, en aquel tiempo puntual, parada en la tentación, certero en la desilusión, temblando en el vendaval. Brisa, piel, escalofrío, regresando a la vertiente, como agua por la pendiente, otro tiempo el mismo río, y así bebió el tiempo mío de tu aurora mas boreal, me entregué a tu temporal, se oyó tu respiración, mi pecho se dio al arpón, luego silencio total.
Tu labio se acercó al mío con un gesto intrascendente, se oyó un estruendo oscilente como un espejo vacío, me aventuré en el baldío de tu abrazo de cristal, dispuesto al choque frontal, dejé caer el telón, venciendo a mi ensoñación, trasponiendo aquel umbral.
Te fuiste y se acercó el frío, desproporcionadamente, vi tu rostro entre la gente, asomado hacía el vacío, sonriendole al extravío de tu belleza espectral, mantuve la vertical, clavé el cuerpo en tu aguijón, el tiempo fue una ilusión, a destiempo, artificial, sentí tu pecho en el mío, torcí el gesto displicente, a merced de tu albedrío, copiando en el regadío de tu perfume abisal, como un rugido animal, sin tiempo, ni ton ni son, torcí certero el timón, invirtiendo el manantial.
Encalló nuestro navío, el cause fue insuficiente, latió un pulso intermitente, audible entre el vocerío, brilló el resplandor umbrío de tu piel fundamental, tragué un poco de agua y sal en medio de una oración, inmóvil en un ciclón, fuera del bien y el mal.
Tu aliento se hizo nocivo, de pronto, muy lentamente, te vi cruzar aquel puente, con aquel gesto bravío, tuve un reflejo tardío, de tu mínima señal, gesticule cantidad, tanteando tu corazón, soplando la combustión, tras el trago de mezcal.
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