Con apenas dos horas de sueño, salí con mi acompañante a recorrer la ciudad, lo dicho, es un lugar hermoso, la gente es muy sonriente, se respira un buen aire, tenía deseos de pasear, tal como les había comentado es un lugar que te inspira a caminar sin rumbo, fue una "mañana" larga, un poco tediosa por las condiciones físicas de mi acompañante (resaca)
Llegamos a un restaurante, es un poco raro, mi compañera de viaje solía ser mi cámara, esta vez lo está siendo la computadora, no puedo evitar sacarla a cada momento y escribir, es como la necesidad de narrar mi muerte. Podrá parecer exagerado, pero sé que muero, sé que moriré en cuanto mi prima vuelva a México y yo me quede en Madrid, ahí se habrá ido mi ultimo aliento, y siento así la necesidad de contar como fue, me siento un poco como los participes de la guerra civil americana, quienes llevaban diarios consigo para evitar perder la cordura.
Han pasado dos horas, yo a penas he tomado un par de copas de vino y mi acompañante ya va por la séptima cerveza, no la noto ni siquiera un poco mareada, es impresionante, la conversación ya fluye, los temas son muchos; el a donde iremos, lo linda que es la ciudad, las canciones y los poemas que hay sobre ella, el peculiar acento de la clase trabajadora. Miren nada mas, hace unos días yo viajaba en un autobús eléctrico de dos pesos, hoy estoy consumiendo mas de trescientos euros de cuenta, son impresionantes los giros que da la vida. Debo cerrar la computadora, mi prima ha vuelto del baño.
Volvimos al hostal, mi prima olvido su teléfono, realmente no entiendo para que lo quiere. El tipo que me pidió el cigarro anoche está al otro extremo del salón, solo, con una botella de vino, me intriga un poco su actitud, tal vez debería hablar con el.
Mi prima decidió que era buena idea salir a beber con unos argentinos que conocimos en el hostal, parecen agradables, no hablé mucho con ellos, los acompañé, tan solo a la entrada de la taberna, parece mas un pub irlandés que una taberna sevillana, preferí no entrar, un paseo me parecía mas conveniente.
Eran las cinco y media y sol ya se iba poniendo, al menos en eso se parece a México.
Recuerdo algo que decía Serrat "Hoy en día la gente está tan preocupada por entrar o salir de un cine, o entrar o salir de un bar, que ya no valoran el paseo" era algo así. ¡Ja! lo decía en su canción "Como un Gorrión" al parecer, no importa a donde dirija mis pensamientos, termino concentrándolos en un ave.
Estoy a las orillas de lo que creo es un rió, no lo sé, no conozco a detalle la geografía española, es hermoso, me ofreció una de las mejores vistas del atardecer. Hay carretas que ofrecen paseos a los turistas, con esa vista y ese tono sepia que da la puesta de sol debe ser algo maravilloso, veo una pareja subir a la carreta, no pude evitar sonreír. Estando en un lugar tan bello me resulta increíble a penas haber tomado un par de fotos, he llegado a considerar la idea de tirar la cámara al agua. Mi mente está en otro lado.
Es mi segundo día en Sevilla, y no he visto esa maravillosa lluvia de la que todos hablan, según las aplicaciones del clima, mañana podría verla, espero que así sea.
domingo, 29 de diciembre de 2013
Monologo de la Plegaria.
Son las nueve de la mañana, cuando deberían ser las dos de la madrugada, ya está el sol fuera, pero para mi es la hora mas oscura, el cambio de horario resultó la analogía perfecta de mi situación. La habitación ocho de este modesto hostal me ha visto caminar de un lado al otro sin parar durante toda la madrugada, de pronto me detenía para tratar de conciliar el sueño, por supuesto, sin éxito, y no es ya por la diferencia de horario, ni el haber dormido la mayor parte del vuelo, lo que pasa es incluso simple, mas que simple, es fácil de definir, y es que no estoy aquí... solía decir "no soy de aquí, ni soy de allá" ahora que el allá es aquí y el aquí es allá me doy cuenta que ni estoy aquí, ni estoy allá, ni estoy, ni soy, pero sé que alguna vez fui, y fui de allá, alguien me hizo de allá y lo sé, lo negué, pero me parece que ya no hay sentido en la negación, si es que alguna vez lo hubo.
Bajé al salón a eso de las tres de la mañana, supuse, que siendo un sitio con a penas once habitaciones, no habría nadie mas, me equivoqué, había dos personas además del recepcionista, un hombre, de unos 25-30 años, y una chica, aproximadamente de la misma edad. Salí al portal, encendí un cigarro y no pude evitar el llanto, llanto que he aprendido a silenciar, a limitar en lágrimas sin sollozos. El chico del salón salió y me pidió un cigarro, sin decir palabra alguna, se lo di, pude haber iniciado una conversación, en lugar de eso me limité a terminarme el cigarrillo y subir a mi habitación.
La ciudad es bella, muy bella, es esa clase de lugares donde da gusto salir a caminar sin rumbo, me recuerda mucho Coyoacán, no es que se parezcan, pero me inspiran lo mismo. Comencé a pensar en la arquitectura del lugar, y en sus similitudes con México, recordé a Hernán Cortés, el nació aquí, o eso creo... Hernán, un apellido patronímico derivado de ese nombre, son impresionantes los caminos que la mente toma para volver a un pensamiento en especial. Volví a pensar en Cortés, en lo difícil que eran los viajes en aquél entonces, el barco... el barco que seguramente desembarcó en Veracruz, partiendo de Cádiz, tal vez, no estoy cierto de eso.
¿Y Dios? ¿Que pasa con el? No he recurrido a el en toda la noche, no es que sea un hombre de fe, pero suelo recurrir a su nombre cuando no me atrevo a hablar conmigo mismo, hoy parece que no está. ¿Soy judío realmente? tal vez no, tal vez soy solo un católico con pésimos modales. ¿Y Dios? no necesito realmente de el, es solo que siempre lo he tenido, hoy parece que no... ¿Que pasa con las plegarias cuando el no está?
Veo mi reflejo en el espejo, que jodido me veo, mi exagerada palidez hace resaltar las ojeras y el cabello alborotado y el vello facial a medio crecer empeoran aún mas mi imagen, y no me importa, no me importa un pito mi imagen, no me importan mis jeans sucios, o mis zapatos viejos, mucho menos la playera rota que llevo puesta. De pronto pienso que ese no soy yo, yo estoy en América ¿no? yo estoy en ese departamento, no, sé que no, pero no puedo aceptarlo, hay momentos en los que pienso: "Lo primero que voy a hacer cuando vuelva..." y ahí se queda, no hay nada mas que pensar.
La gente de aquí tiene un dicho: "La lluvia en Sevilla, es una maravilla" Yo no lo sé, pero el atardecer, es precioso.
-
Bajé al salón a eso de las tres de la mañana, supuse, que siendo un sitio con a penas once habitaciones, no habría nadie mas, me equivoqué, había dos personas además del recepcionista, un hombre, de unos 25-30 años, y una chica, aproximadamente de la misma edad. Salí al portal, encendí un cigarro y no pude evitar el llanto, llanto que he aprendido a silenciar, a limitar en lágrimas sin sollozos. El chico del salón salió y me pidió un cigarro, sin decir palabra alguna, se lo di, pude haber iniciado una conversación, en lugar de eso me limité a terminarme el cigarrillo y subir a mi habitación.
La ciudad es bella, muy bella, es esa clase de lugares donde da gusto salir a caminar sin rumbo, me recuerda mucho Coyoacán, no es que se parezcan, pero me inspiran lo mismo. Comencé a pensar en la arquitectura del lugar, y en sus similitudes con México, recordé a Hernán Cortés, el nació aquí, o eso creo... Hernán, un apellido patronímico derivado de ese nombre, son impresionantes los caminos que la mente toma para volver a un pensamiento en especial. Volví a pensar en Cortés, en lo difícil que eran los viajes en aquél entonces, el barco... el barco que seguramente desembarcó en Veracruz, partiendo de Cádiz, tal vez, no estoy cierto de eso.
¿Y Dios? ¿Que pasa con el? No he recurrido a el en toda la noche, no es que sea un hombre de fe, pero suelo recurrir a su nombre cuando no me atrevo a hablar conmigo mismo, hoy parece que no está. ¿Soy judío realmente? tal vez no, tal vez soy solo un católico con pésimos modales. ¿Y Dios? no necesito realmente de el, es solo que siempre lo he tenido, hoy parece que no... ¿Que pasa con las plegarias cuando el no está?
Veo mi reflejo en el espejo, que jodido me veo, mi exagerada palidez hace resaltar las ojeras y el cabello alborotado y el vello facial a medio crecer empeoran aún mas mi imagen, y no me importa, no me importa un pito mi imagen, no me importan mis jeans sucios, o mis zapatos viejos, mucho menos la playera rota que llevo puesta. De pronto pienso que ese no soy yo, yo estoy en América ¿no? yo estoy en ese departamento, no, sé que no, pero no puedo aceptarlo, hay momentos en los que pienso: "Lo primero que voy a hacer cuando vuelva..." y ahí se queda, no hay nada mas que pensar.
La gente de aquí tiene un dicho: "La lluvia en Sevilla, es una maravilla" Yo no lo sé, pero el atardecer, es precioso.
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jueves, 26 de diciembre de 2013
NO ENCUENTRO PALABRAS
La vida es complica, confusa, algunas veces
frustrante y otra veces un –asco-, pero sin todo esto no sería vida, no tendría
chiste. Insípida e inútil podrían ser los adjetivos correctos para describirla
si existiera la ausencia de estos aderezos.
Dentro de esta hay una etapa, la cual yo considero
en mi corta vida, la más confusa, alegre, triste, frustrante, decepcionante y
apasionante, que se llama adolescencia. Donde tenemos la oportunidad de pulir
lo que seremos en un futuro y sobre todo de conocer y ser marcado por personas.
Gracias al mar de hormonas que aquejan a esta edad,
los sentimientos están más que sensibles durante esta época, así que podríamos
decir que los hechos, acciones, etc. repercuten con mayor fuerza.
Hoy quiero hablar sobre el valor que tiene la
verdadera amistad en esta parte de la vida. Ese sentimiento realmente sincero
que ha sido puesto a prueba de cualquier bala de hipocresía y sigue vivo.
Si hay algo sumamente complejo es expresar que tan
representativas pueden ser las personas para uno.
Si la amistad en si en complicada, se vuelve mucho más
para una persona que es mamona, arrogante, pretenciosa y una mar más de
defectos, pero por más difícil que parezca no es imposible.
El poderte entender con esa persona sin decir una
sola palabra, el compartir algunos gustos, el poder hablar y ser tú mismo,
jugar, criticar, reír, llorar, emborracharse, pelear, estar en desacuerdo,
lograr la empatía, es un poco de la magia del verdadero amor fraternal.
Y en mi caso, lo que más agradezco de haber conocido
a este tipo de personas, es que han formado parte de mí. Consciente o inconscientemente
se han adherido en mi personalidad, en mi forma de pensar, se sentir, de creer,
hasta de entenderme y aceptarme.
Y así es como “No encuentro palabras” para poderte
agradecer y dar entender el desmadre que hay dentro de mí. Gracias por tus
consejos, gracias por entenderme, gracias por soportarme, gracias por hacerme
entender, gracias enseñarme, gracias por esos buenos y malos momentos, gracias
por ayudarme a ser yo, gracias por ser tú.
Aunque esto suene a despedida, no lo es, ya que como
lo he dicho, estas personas quedan dentro de ti. Aunque es demasiado egoísta el
pensar que tal vez una de esas personas se aleje físicamente de ti, causando
una modificación totalmente en tu rutina
y forma de vida, pensando sólo en cómo te afectará, le puede mostrar al
otro ser qué tan trascendental es para ti.
. . .
Más que desearte buena suerte y lo mejor de lo
mejor, quiero que sepas cuán importante eres para mí y cuanto te quiero.
Gracias totales, mi querido, estimado y bien
ponderado Amargo.
“PARLE”
miércoles, 27 de noviembre de 2013
Definiendo la normalidad.
Esa mañana sabía que había perdido algo. Desperté con esa extraña sensación de perdida, con un hueco, sabiendo que algo faltaba, pasado el intervalo entre el sueño y la vigilia, donde aún las ideas no son claras, y los ojos no se abren del todo, comencé la rutina diaria, y la sensación no desaparecía, decidí no prestar atención, tomarlo como un pensamiento inconsistente, de esos que abundan tanto en la mañana, tal vez había olvidado una tontería, una de esas cosas rutinarias que de no hacerse te generan un sentimiento de angustia, sentimiento breve, pero poderoso para la poca relevancia que posee. La mañana seguía, y el sentimiento no se iba, era algo fuerte, no me permitía concentrar mi mente en nada mas que en aquel misterio "¿Que perdí?" me preguntaba hasta el hastío. La gente no lo decía, por educación, supongo, pero mi actitud los había hartado, cosa perfectamente comprensible, yo mismo estaba harto, ya no digamos de este vacío, estaba harto de mi incapacidad para pasarlo por alto. Tomé una decisión, me aparté de todos, necesitaba claridad, despejar mi mente. Llegué a una conclusión, había perdido algo, y tenía que buscarlo. Buscar algo es en si una tarea compleja, en especial cuando no se sabe que es lo que se busca, lo que si sabía, es que sin duda ese algo era importante.
¿Por donde comenzar?
Comencé por la tarde, supuse que el sol en medio cielo me ayudaría. Tal vez por la calle que suelo transitar de vuelta a casa, tal vez ahí se escondía eso, a lo que había decidido llamar "normalidad"
La camine con una lentitud que llamaba la atención, notaba las miradas de la poca gente que transitaba por ahí, y es que ¿quien puede tomarse el lujo de dar pasos tan cortos acompañados de miradas tan perdidas? ¡Eso! con la mirada ida no se puede buscar algo, al menos no físico, y ahora que lo pienso la idea de que aquello que buscaba con cierta desilusión era algo material resultaba absurda en todos los sentidos, es decir ¿quien llama "normalidad" a lo material?
¿Donde seguir?
Llegó la noche, no así la "normalidad" mi atención seguía fija en buscarla, no pensaba en otra cosa, como pasó durante el día, la gente que me rodeaba se daba cuenta.
Ya inmerso en mis sueños, durante la madrugada, quiero creer, pude soñarla, era esa "normalidad" había venido a verme, pero como todos los sueños se escapaba sin previo aviso, y al tiempo que se escapaba, yo me levantaba de sobresalto, extrañandola, frustandome con ese sentimiento tan claro como indefinido.
Los día siguientes no fueron mas que tristes calcas. Yo buscaba esa "normalidad" con una desesperación inusitada, y es que ¿como afrontas la ausencia de algo que das por hecho? y que mas allá de dar por hecho, no puedes definir.
Pasaron los días y yo era cada vez mas una sombra, incapaz de reconocer la imagen desolada que miraba en el espejo. Lo comprendí, ahora parecía tan obvio, después de tanto, no podría encontrarla si no la definía, y lo hice, perdí la cuenta de los días, perdí gente, perdí mi imagen, perdí mi propia definición, sin embargo la encontré, renuncie a tanto que no sé cuanto fue, pero dí con ella, logré definirla.
¿Que era la "normalidad"? La normalidad era esa canción de cuna que se escuchaba en las noches catalanas, era ese juego de té que yacía en un jardín de un suburbio americano, eran esas primeras risas sinceras con la única amiga. Todo eso fue la "normalidad" y ahora que lo pienso, todo eso ya no está, sin embargo, nunca lo perdí.
Algún día mis hijos escucharán esa canción de cuna, que sin percatarme, habrá vuelto a mi. Algún día el juego de té se les presentará a ellos, volverá. Algún día seré testigo de esas primeras risas. Algún día esa normalidad estará de vuelta, tal vez en distinta forma.
Nada se pierde, todo se transforma.
- RS.
¿Por donde comenzar?
Comencé por la tarde, supuse que el sol en medio cielo me ayudaría. Tal vez por la calle que suelo transitar de vuelta a casa, tal vez ahí se escondía eso, a lo que había decidido llamar "normalidad"
La camine con una lentitud que llamaba la atención, notaba las miradas de la poca gente que transitaba por ahí, y es que ¿quien puede tomarse el lujo de dar pasos tan cortos acompañados de miradas tan perdidas? ¡Eso! con la mirada ida no se puede buscar algo, al menos no físico, y ahora que lo pienso la idea de que aquello que buscaba con cierta desilusión era algo material resultaba absurda en todos los sentidos, es decir ¿quien llama "normalidad" a lo material?
¿Donde seguir?
Llegó la noche, no así la "normalidad" mi atención seguía fija en buscarla, no pensaba en otra cosa, como pasó durante el día, la gente que me rodeaba se daba cuenta.
Ya inmerso en mis sueños, durante la madrugada, quiero creer, pude soñarla, era esa "normalidad" había venido a verme, pero como todos los sueños se escapaba sin previo aviso, y al tiempo que se escapaba, yo me levantaba de sobresalto, extrañandola, frustandome con ese sentimiento tan claro como indefinido.
Los día siguientes no fueron mas que tristes calcas. Yo buscaba esa "normalidad" con una desesperación inusitada, y es que ¿como afrontas la ausencia de algo que das por hecho? y que mas allá de dar por hecho, no puedes definir.
Pasaron los días y yo era cada vez mas una sombra, incapaz de reconocer la imagen desolada que miraba en el espejo. Lo comprendí, ahora parecía tan obvio, después de tanto, no podría encontrarla si no la definía, y lo hice, perdí la cuenta de los días, perdí gente, perdí mi imagen, perdí mi propia definición, sin embargo la encontré, renuncie a tanto que no sé cuanto fue, pero dí con ella, logré definirla.
¿Que era la "normalidad"? La normalidad era esa canción de cuna que se escuchaba en las noches catalanas, era ese juego de té que yacía en un jardín de un suburbio americano, eran esas primeras risas sinceras con la única amiga. Todo eso fue la "normalidad" y ahora que lo pienso, todo eso ya no está, sin embargo, nunca lo perdí.
Algún día mis hijos escucharán esa canción de cuna, que sin percatarme, habrá vuelto a mi. Algún día el juego de té se les presentará a ellos, volverá. Algún día seré testigo de esas primeras risas. Algún día esa normalidad estará de vuelta, tal vez en distinta forma.
Nada se pierde, todo se transforma.
- RS.
lunes, 11 de noviembre de 2013
Siguieron de largo.
Los sueños siempre han sido objeto de intriga para la humanidad, algunos aseguran que muestran nuestros deseos, otros se atreven a decir que nos enseñan nuestro futuro, los mas sensatos creen que solo son imagenes relacionadas a nuestro día a día.
Después de un día común, Antonio se prepara para dormir, realizando ese ritual de todas las noches, se pone el pijama, se lava los dientes y piensa. Por su mente pasa su día completo, en pensamientos no estructurados, de pronto recuerda la canción que escuchó camino a la escuela, al señor que corre por el parque todas las mañanas, la chica que espera el autobús, el charco que evitó pisar, todo esto le viene a la mente sin una razón en especial, mientras se cepilla los dientes, se detiene un momento a analizar sus pensamientos, nada fuera de lo normal, la misma rutina de siempre, la misma calle, las mismas personas, el mismo destino, la misma actividad, termina de lavarse los dientes y piensa de nuevo en esta rutina, se detiene y se pregunta "¿Estaba haciendo lo mismo hace un año?" un pensamiento sin importancia, de esos que te llegan antes de encontrar el sueño. Ya en la cama, con la luz apagada, viendo las sombras que se proyectan en el techo, piensa y llega a una conclusión, su vida ha sido practicamente igual desde hace un año, pero el sabe que hay un cambio, además de los habituales dentro de la vida escolar, a pesar de no estar seguro de cual, el sabe que el cambio está ahí, tal vez que ya no toma el autobús... no, no podría ser algo tan simple, tal vez que la música que escucha en las mañanas es distinta... no, eso tampoco. Le vienen mil ideas, todas absurdas.
Sin darse cuenta, se sumerge en sus pensamientos, y cae dormido. En su sueño ve a sus compañeros, están en un aula, hablando, pero dentro de la poca conciencia que se tiene cuando se sueña, logra percatarse de que esos no son sus actuales compañeros, tampoco su actual aula, el sabe que se encuentra un año atrás, de pronto escucha su nombre, uno de sus amigos lo llama, al darse vuelta se mira a el mismo atendiendo el llamado, es de esos sueños donde uno es el espectador, se ve a el mismo de frente, nadie se da cuenta de su presencia, mas que el mismo, de la nada, lo demás desaparece, ya no están los compañeros, ya no está el aula, deja de poner atención en su entorno, se enfoca en su imagen, cree que su otro yo no puede verlo, hasta que le habla, dice cosas que no puede comprender, como si hablara en otro idioma, Antonio se esmera por entender lo que el se está diciendo y logra captar una oración... "¿Quien eres?" es lo que le dice su sueño, el responde en automático "Soy tu ¿no te das cuenta?" su imagen lo mira extrañado, y le replica "¿Estás seguro? No creo haberte visto"
Antonio lo piensa, está a punto de contestar cuando la alarma suena, despierta, como es habitual se dirige al baño, a comenzar su rutina de todas las mañanas, la regadera lo rocía con el agua tibia de siempre, despierta por completo, y a su primer momento de conciencia analiza su sueño, ríe y piensa en lo raros que son siempre, sale de la ducha, continua con su rutina, sale de su casa, camina, se encuentra con el señor que sale a correr, se percata de que el charco sigue ahí, y ve de nuevo a la chica que espera el autobús. Llega a la escuela, se encuentra con sus compañeros, los saluda, bromea, la mira a ella, ella lo mira a el, sonríen y se acercan el uno al otro.
El día se le pasó sin darse cuenta, como siempre, otro día común pasa, de nuevo el ritual de las noches, concilia el sueño, esta vez sin prestar atención a sus pensamientos. De nuevo se sueña a el mismo, esta vez dentro de un autobús, sin nadie mas, sube, paga, y se ve a si mismo sentado al fondo, sabe que es el, pero no sabe por que, está consciente de que no es la misma persona, no se reconoce, sin embargo el pequeño rastro de conciencia que hay en los sueños le dice que es su imagen, ambos se dirigen a la puerta, su destino está próximo, bajan en una calle de la cual no aprecia muchos detalles, tan solo que hay una farola que le da un tono sepia a lo que ilumina. Uno camina a penas detrás del otro, gira la cabeza al sentir los pasos, sus miradas se cruzan, pero ninguno se reconoce, no se dirigen la palabra, solo se miran, vuelve su cabeza, y al final de la calle observa un edificio, no está seguro de los motivos, pero sabe que se dirige al interior de esa construcción, ambos llegan a la puerta, se dirigen la mirada, nuevamente sin reconocerse, entran, uno apenas detrás del otro, llegan a un elevador, lo esperan, suben, se cierran las puertas, se miran fijamente, pasan el primer piso, el segundo, el tercero, no se hablan, solo se miran, sin notarlo, llegan al séptimo piso, el otro Antonio sonríe, es la sonrisa del que sabe algo, un gesto muy común en el, acto seguido, le tiende la mano, aún con la sonrisa en la cara, como si esperara cierta complicidad, Antonio responde el gesto, le da la mano, pero no sonríe, es incapaz de entender, el otro Antonio mueve la cabeza y se ríe, como si supiera algo obvio, alza la vista, se abre la puerta, y baja, Antonio se queda en el elevador, viendo como el otro camina por el pasillo al mismo tiempo que las puertas del ascensor se cierran, al cerrar, Antonio nota que hay un espejo, se mira, es incapaz de reconocerse, sabe que el ya no está en el elevador, bajó en el séptimo piso.
Sonó la alarma.
Antonio jamás volvió a verse.
RS.
Después de un día común, Antonio se prepara para dormir, realizando ese ritual de todas las noches, se pone el pijama, se lava los dientes y piensa. Por su mente pasa su día completo, en pensamientos no estructurados, de pronto recuerda la canción que escuchó camino a la escuela, al señor que corre por el parque todas las mañanas, la chica que espera el autobús, el charco que evitó pisar, todo esto le viene a la mente sin una razón en especial, mientras se cepilla los dientes, se detiene un momento a analizar sus pensamientos, nada fuera de lo normal, la misma rutina de siempre, la misma calle, las mismas personas, el mismo destino, la misma actividad, termina de lavarse los dientes y piensa de nuevo en esta rutina, se detiene y se pregunta "¿Estaba haciendo lo mismo hace un año?" un pensamiento sin importancia, de esos que te llegan antes de encontrar el sueño. Ya en la cama, con la luz apagada, viendo las sombras que se proyectan en el techo, piensa y llega a una conclusión, su vida ha sido practicamente igual desde hace un año, pero el sabe que hay un cambio, además de los habituales dentro de la vida escolar, a pesar de no estar seguro de cual, el sabe que el cambio está ahí, tal vez que ya no toma el autobús... no, no podría ser algo tan simple, tal vez que la música que escucha en las mañanas es distinta... no, eso tampoco. Le vienen mil ideas, todas absurdas.
Sin darse cuenta, se sumerge en sus pensamientos, y cae dormido. En su sueño ve a sus compañeros, están en un aula, hablando, pero dentro de la poca conciencia que se tiene cuando se sueña, logra percatarse de que esos no son sus actuales compañeros, tampoco su actual aula, el sabe que se encuentra un año atrás, de pronto escucha su nombre, uno de sus amigos lo llama, al darse vuelta se mira a el mismo atendiendo el llamado, es de esos sueños donde uno es el espectador, se ve a el mismo de frente, nadie se da cuenta de su presencia, mas que el mismo, de la nada, lo demás desaparece, ya no están los compañeros, ya no está el aula, deja de poner atención en su entorno, se enfoca en su imagen, cree que su otro yo no puede verlo, hasta que le habla, dice cosas que no puede comprender, como si hablara en otro idioma, Antonio se esmera por entender lo que el se está diciendo y logra captar una oración... "¿Quien eres?" es lo que le dice su sueño, el responde en automático "Soy tu ¿no te das cuenta?" su imagen lo mira extrañado, y le replica "¿Estás seguro? No creo haberte visto"
Antonio lo piensa, está a punto de contestar cuando la alarma suena, despierta, como es habitual se dirige al baño, a comenzar su rutina de todas las mañanas, la regadera lo rocía con el agua tibia de siempre, despierta por completo, y a su primer momento de conciencia analiza su sueño, ríe y piensa en lo raros que son siempre, sale de la ducha, continua con su rutina, sale de su casa, camina, se encuentra con el señor que sale a correr, se percata de que el charco sigue ahí, y ve de nuevo a la chica que espera el autobús. Llega a la escuela, se encuentra con sus compañeros, los saluda, bromea, la mira a ella, ella lo mira a el, sonríen y se acercan el uno al otro.
El día se le pasó sin darse cuenta, como siempre, otro día común pasa, de nuevo el ritual de las noches, concilia el sueño, esta vez sin prestar atención a sus pensamientos. De nuevo se sueña a el mismo, esta vez dentro de un autobús, sin nadie mas, sube, paga, y se ve a si mismo sentado al fondo, sabe que es el, pero no sabe por que, está consciente de que no es la misma persona, no se reconoce, sin embargo el pequeño rastro de conciencia que hay en los sueños le dice que es su imagen, ambos se dirigen a la puerta, su destino está próximo, bajan en una calle de la cual no aprecia muchos detalles, tan solo que hay una farola que le da un tono sepia a lo que ilumina. Uno camina a penas detrás del otro, gira la cabeza al sentir los pasos, sus miradas se cruzan, pero ninguno se reconoce, no se dirigen la palabra, solo se miran, vuelve su cabeza, y al final de la calle observa un edificio, no está seguro de los motivos, pero sabe que se dirige al interior de esa construcción, ambos llegan a la puerta, se dirigen la mirada, nuevamente sin reconocerse, entran, uno apenas detrás del otro, llegan a un elevador, lo esperan, suben, se cierran las puertas, se miran fijamente, pasan el primer piso, el segundo, el tercero, no se hablan, solo se miran, sin notarlo, llegan al séptimo piso, el otro Antonio sonríe, es la sonrisa del que sabe algo, un gesto muy común en el, acto seguido, le tiende la mano, aún con la sonrisa en la cara, como si esperara cierta complicidad, Antonio responde el gesto, le da la mano, pero no sonríe, es incapaz de entender, el otro Antonio mueve la cabeza y se ríe, como si supiera algo obvio, alza la vista, se abre la puerta, y baja, Antonio se queda en el elevador, viendo como el otro camina por el pasillo al mismo tiempo que las puertas del ascensor se cierran, al cerrar, Antonio nota que hay un espejo, se mira, es incapaz de reconocerse, sabe que el ya no está en el elevador, bajó en el séptimo piso.
Sonó la alarma.
Antonio jamás volvió a verse.
RS.
domingo, 22 de septiembre de 2013
¿MES PATRIO?,
NO SÉ
El mes patrio
es uno de tanto interesantes en el año, porque además de las épocas de
sembrinas, se nota una inigualable vibra de fraternidad, patriotismo,
nacionalismo, y muchos sentimientos más.
Esta vez no
vengo con la intensión de dejar un criterio totalmente, más bien, a cuestionar,
porque creo que ese sería el primer paso para poder hacer una buena crítica.
Carritos
llenos de banderas, trenzas, espumas, el sonido de los cohetes, los trajes de
charro, las canciones rancheras, yucatecas, norteñas, y muchas otras cosas más
nos indican que el 15 se septiembre está cada vez más cerca.
La primer
interrogante que me atrevo a hacer es, -¿Qué festejamos?-. ¿La a independencia
de México?, estaría de más mencionar algunos mitos y acontecimientos alterados
de la historia de México, pero, la independencia del país se dio el 28 de
septiembre del 1821, y por consiguiente, ¿no sería más “adecuado” realizar algo
conmemorativo en esa fecha?
Al mencionar
la palabra independencia se me vienen muchas otras a la mente, entre ellas, la
más destacada es –libertad-. ¿Actualmente
nosotros gozamos de libertad?, pero creo que para responder nos tendríamos que
hacer otra pregunta, ¿qué es libertad? Me atrevo a decir que es un concepto
abstracto, por lo tanto cada quien tiene una imagen mental distinta, pero
dentro de las más comunes me encontré la siguiente: “acción o un conjunto de
estas, realizadas por un individuo o un grupo, que tiene como límite las normas morales”. Ahora sí, me repregunto, ¿gozamos de ella?, ¿somos libres de
manifestarnos al estar en desacuerdo por una cuestión política, económica o
social?, ¿somos libres de transitar por las calles y avenidas con tranquilidad
y facilidad?, ¿somos libres de elegir una profesión, sin tomar en cuenta la
demanda, el sueldo, la competencia; pero sin perder la vocación?, ¿somos libres
de expresar nuestras ideas?, ¿somos libres de pensar?, ¿somos libres de
actuar?.
He oído por
ahí que también el –ser mexicano- es uno de los ingredientes principales en
estas festividades, pero nuevamente yo me pregunto, ¿qué es eso?, tal vez
algunos dirán que es pertenecer al territorio de México, otros quizá expresarán
que es sentirnos orgullos de nuestro pasado y los héroes que nos dieron patria
y libertad, o a lo mejor alguien más mencionará que es el ser identificados por
nuestra música, la comida, los trajes, la arquitectura, los sentimientos, nuestros
folklor, etc.
Por último,
cuestiono, ¿es un pretexto el festejar el mes patrio?
A todo lo
anterior no doy respuesta, no afirmo ni niego nada. Simplemente pregunto,
porque considero que es importante interrogar primero, para posteriormente
responder de acuerdo a lo que nosotros mismos consideremos correcto.
“PARLE”
sábado, 21 de septiembre de 2013
Del orador al oyente, y viceversa.
Hablar ante una multitud ha sido siempre un acto de valentía pura. Al oyente se le pueden transmitir tantas cosas mediante la expresión, se han dado casos, en regiones remotas, de oradores que incitan revoluciones, o bien, linchamientos.
El orador carga con una enorme responsabilidad.
Entre estos existen distintos tipos, tan variados que no resultaría practico mencionar a todos. Lo mismo con los oyentes, sin embargo, poco importa este.
En el ámbito personal me considero un oyente discreto y atento, difícilmente expreso mis dudas al orador, o al resto del público, prefiero resolverlo de una forma mas modesta y probablemente errónea, dentro de mi cabeza. Soy un oyente frecuente, prefiero no ocupar el sitio del orador, la discreción, esa cualidad que tanto aprecio, me convierte en alguien gris frente a las multitudes.
En mi larga carrera como oyente me tocó presenciar en mas de una oportunidad a un orador... peculiar, por llamarle de alguna manera. Un tipo serio y organizado, esto se advertía desde su aspecto. Siempre con esa gabardina gris, llena de pelusas casi invisibles para quien no observa, los mismos zapatos negros perfectamente lustrados, el traje, que si bien podía cambiar, seguía siempre la linea de pantalón negro y camisa blanca, acompañado de una corbata, que al igual que las pelusas, pasaba por alto a la vista, los calcetines, mayormente marrones, en ocasiones con rombos, por lo general estos coincidían con los días nublados y fríos, tan abundantes en esta ciudad, una feliz casualidad. La cara reflejaba la serenidad del satisfecho, relajado, pero no intransigente, con pocas arrugas y ojeras prominentes, imposible calcular la edad en su rostro.
Doctor de profesión, o al menos es lo que nos hizo creer, ya que el don de la verdad es otra de las cualidades del orador, a priori al oyente no le queda mas que aceptar como verdad los datos que el orador proporciona.
En todas las conferencias a las que fui a lo largo de mi vida (no ahondare en razones) nunca vi al frente a alguien con tan poca capacidad de abstracción, incluso el mas serio llegaba a divagar, contándonos alguna de sus vivencias y relacionándola con el tema tratado. Sin embargo el no lo hacía, eran tan centrado, sabía donde comenzaba, y sabía a donde se dirigía, un poco como los conductores de autobús, con una ruta marcada, pero el, sin la atadura de la obligación.
Lo miraba y lo escuchaba con lastima, su trabajo tan organizado y pulcro, me producía nauseas. ¡Puaj, que malestar me trae su recuerdo!
Era la elocuencia hecha conferencista, nunca caía en la contradicción.
Lo recuerdo bien, nos hablaba siempre de las funciones del cuerpo humano. El cuerpo, esa cosa tan predecible, con funciones tan perfectas. Este orador era un cuerpo, perfecto y predecible.
La mente debe estar para eso que hace tan bien, quien quiera que la haya diseñado seguramente la hizo para divagar, tal vez el mismo divagaba mientras la diseñaba. Estoy seguro de que esa es su función primordial.
Me da tanta lastima aquel hombre/cuerpo, carente de mente, atado a los sentidos.
El Amargo.
El orador carga con una enorme responsabilidad.
Entre estos existen distintos tipos, tan variados que no resultaría practico mencionar a todos. Lo mismo con los oyentes, sin embargo, poco importa este.
En el ámbito personal me considero un oyente discreto y atento, difícilmente expreso mis dudas al orador, o al resto del público, prefiero resolverlo de una forma mas modesta y probablemente errónea, dentro de mi cabeza. Soy un oyente frecuente, prefiero no ocupar el sitio del orador, la discreción, esa cualidad que tanto aprecio, me convierte en alguien gris frente a las multitudes.
En mi larga carrera como oyente me tocó presenciar en mas de una oportunidad a un orador... peculiar, por llamarle de alguna manera. Un tipo serio y organizado, esto se advertía desde su aspecto. Siempre con esa gabardina gris, llena de pelusas casi invisibles para quien no observa, los mismos zapatos negros perfectamente lustrados, el traje, que si bien podía cambiar, seguía siempre la linea de pantalón negro y camisa blanca, acompañado de una corbata, que al igual que las pelusas, pasaba por alto a la vista, los calcetines, mayormente marrones, en ocasiones con rombos, por lo general estos coincidían con los días nublados y fríos, tan abundantes en esta ciudad, una feliz casualidad. La cara reflejaba la serenidad del satisfecho, relajado, pero no intransigente, con pocas arrugas y ojeras prominentes, imposible calcular la edad en su rostro.
Doctor de profesión, o al menos es lo que nos hizo creer, ya que el don de la verdad es otra de las cualidades del orador, a priori al oyente no le queda mas que aceptar como verdad los datos que el orador proporciona.
En todas las conferencias a las que fui a lo largo de mi vida (no ahondare en razones) nunca vi al frente a alguien con tan poca capacidad de abstracción, incluso el mas serio llegaba a divagar, contándonos alguna de sus vivencias y relacionándola con el tema tratado. Sin embargo el no lo hacía, eran tan centrado, sabía donde comenzaba, y sabía a donde se dirigía, un poco como los conductores de autobús, con una ruta marcada, pero el, sin la atadura de la obligación.
Lo miraba y lo escuchaba con lastima, su trabajo tan organizado y pulcro, me producía nauseas. ¡Puaj, que malestar me trae su recuerdo!
Era la elocuencia hecha conferencista, nunca caía en la contradicción.
Lo recuerdo bien, nos hablaba siempre de las funciones del cuerpo humano. El cuerpo, esa cosa tan predecible, con funciones tan perfectas. Este orador era un cuerpo, perfecto y predecible.
La mente debe estar para eso que hace tan bien, quien quiera que la haya diseñado seguramente la hizo para divagar, tal vez el mismo divagaba mientras la diseñaba. Estoy seguro de que esa es su función primordial.
Me da tanta lastima aquel hombre/cuerpo, carente de mente, atado a los sentidos.
El Amargo.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Se sabe, se cree, se teme.
Se sabe que hay dos receptores de imagen al frente, en realidad, para ser justos, uno está al frente y a la izquierda, apenas
dentro del espectro visual.
Se sabe que hay gente detrás, en realidad, para ser justos,
están detrás y a la izquierda, sentados de frente a uno de los receptores,
ellos hablan y observan, de pronto comentan lo que el receptor emite.
Se sabe que esperan por un evento, no estamos seguros de que
sea, probablemente algo importante.
Se sabe que sus comentarios no interesan, sin embargo, esto
es una verdad a medias, a pesar de no interesar, y pasar por
desapercibidos la mayor parte del
tiempo, pueden llegar a molestar. A veces, se trata de escuchar otra cosa, no siempre se puede, los distractores son
demasiados.
Se sabe que llueve, no debe ser más que una llovizna, el sonido
no sugiere algo diferente.
Se sabe que hay té en la cocina, probablemente de tila.
Se tiene la intención de levantarse e ir por ese té, prender
la estufa, colocar la tetera al fuego, y
el resto de acciones menospreciadas que supone el acto ya mencionado.
Justo antes de levantarnos, analizamos nuestra lista de
certezas, la revisamos de arriba abajo... en sentido figurado, esta lista no
está escrita
Se teme. ¿Y si nuestras certezas resultan falsas?
No hay otro receptor, no hay gente, no hay lluvia. ¿Y si no
hubiera té?
-El Amargo.
martes, 9 de julio de 2013
SÉ LO QUE QUIERAS SER… MENOS "BARBIE GIRL”
A lo largo
de la historia, se han presentado movimientos que no sólo son bélicos o en
busca de la libertad, sino que van por otra cosa que quieren instruir en un
cierto tiempo y porque alguien lo dice, lo que conlleva a una serie de
“emociones” o “sentimientos”, que nos hace ser parte de algo o sentirnos
aceptados.
Para no
“hacerla tanto de jamón, cuando es de queso”, ahí les va.
Me quiero
referir a “LA MODA”, y es por eso que el día de hoy les traigo el catálogo
“primavera-otoño” y el último grito de la moda en París y “Chincuncuá”.
Ya me voy a
dejar de jaladas y prometo decir que hay en mi cabeza loca.
No andaba
tan alejado de la realidad, porque -la moda- va ser una palabra clave para este
argumento. Antes de ir más para allá, tenemos que definir ¿qué es la moda? A
veces se crea una cortina o idea errónea de lo que es, porque pensamos sólo son
las pasarelas con muchachonas anoréxicas con vestidos despampanantes, hay otros
que creen que es lo que se usa en Francia o E.U., y la verdad es que no están
tan perdidos, porque la moda es un conjunto de gustos o elecciones por un
cierto conjunto de personas que marcan una “tendencia” por un cierto tiempo (a
veces), ya que el grupo que lo emplea suele ser alguien de “categoría”.
Vamos a
centrarnos en las últimas modas que se han marcado en estos años, y para no
irnos tan lejos vámonos a algo reciente, o no tanto. Por allá del 2006 hubo una
época que conmocionó principalmente al epicentro de México, los “emos”, ésta o
las tribus urbanas que causaron gran revuelo al llamar demasiado la atención
por una serie de jóvenes que tenían en común el fleco, el cual es largo, lacio
y en capas, que no dejaba ver o más bien sólo dejaba ver una parte de la cara.
Con el
tiempo fueron surgiendo más tribus urbanas o empezaron a llamar la atención,
por lo que también empezó a subir el nivel de seguidores de estas, también se
abrió polémica, porque algunos aseguraban que esto sólo era una moda pasajera,
mientras otros decía que era una forma de vida.
Con el
tiempo y el “pum” del reggaetón nos dimos cuenta de para quién si era una
identidad y quien lo tomó como una moda pasajera alistándose a la siguiente
Los llamados
“chakas” sería la conversión para algunos que decidieron tirar la navaja y montarse
en una motoneta. Según yo tengo entendido, “por fuentes de la calle”, que
“chaka” es principalmente a la persona que es devota de San Judas Tadeo, que
tiempo después se fusionaría con el gusto del reggaetón.
Para lo
anterior hay muchas explicaciones, pero yo me voy a centrar en una que es muy
cotidiana y se llama ESNOBISMO. Para explicar qué “fregados” es esto, les voy a
platicar una historia pequeña: por allá de esos años en Inglaterra o España,
cuando se usaban esos vestidos “pomposos” y muy “cucos”, para referirse a las
personas de baja categoría se le clasificaban “snob”, y esto lo tomaron, ya que
cuando se hacían listas de los burgueses que no eran tan ricos, se les
clasificaban con un “s. nob.” que significaba “sin nobleza”, y como este
término se utilizó principalmente en Inglaterra se abrevió como “snob”.
Actualmente la Real Academia de la Lengua Española, hizo un término que fue
“adaptado” para nuestro vocabulario que es esnobismo.
Si ustedes
buscan esnobismo o esnobista en el diccionario o internet, les aparecerá que es
el término o nombre que se le da a una persona que sigue al pie de la letra o
se rige estrictamente con lo que marca la sociedad, en pocas palabras, alguien
que hace lo que la moda dice.
Continuación
relataré una perspectiva de Jim Morrison hacía sus admiradores adolescentes,
pues no los bajaba de esnobistas, ya que muchos de los jóvenes de esa época
hacían lo siguiente: “se paraban del sillón a las tres de la tarde, se ponían
un pantalón y chamarra de cuero, que por cierto apestaba a cerveza y “mota”, y
se salían a la calle a fumarse y tomarse un “churro” y una cerveza, mientras
escuchaban el último éxito de “The doors” en el radio.
Esto
enfurecía a Morrison, dado que estos chicos no captaban el mensaje que
realmente él quería transmitir, sino sólo imitaban lo que otros hacían, porque
simplemente “era la onda”.
Lo anterior
lo relato para dar a entender que esta cuestión no es reciente, y ya tiene
historia.
Alguien que
hace algo porque lo marca la sociedad o simplemente está al “último grito de la
moda” y ve a los demás que no son como él
como algo repúgnate, no es fresa, es esnobista.
Otra cosa
importante, las adicciones es un tema que está en la boca de muchos adolescente
(literalmente), este también puede formar parte de un esnobismo como todo, pero
desde un punto específico, pues es muy diferente fumar o tomar por curiosidad,
antojo o simplemente experimentar; a hacerlo porque si no lo hago no me
aceptan, para que me vean “más grande” o “farolear”, y veo menos o inferiores a
los que no lo hacen.
Para
finalizar cierro con lo siguiente, sé quien tú quieras, no lo que te marque la
televisión, las redes sociales, o cualquier estereotipo, porque no es fácil ser
alguien que no eres o no quieres, así que si vas a hacer algo o seguir algo,
hazlo porque tienes una razón o un argumento racional, no por algo o
alguien.
“PARLE”
viernes, 5 de julio de 2013
Imaginario Inconsciente del Individuo.
Un individuo llega de su trabajo, cansado, harto, molesto. Se sienta y enciende el televisor con la única idea de desconectar su mente del mundo exterior, dejar que algo piense por el y de esa manera olvidar el día que ha debido pasar. Trata de sintonizar un canal, pero la pobre señal se lo impide, ante esta situación el individuo en cuestión inicia el incesante cambio de canal, ya no en busca de algo que le interese, tan solo busca algo cuya señal sea suficiente para hilar un par de frases. Después de un rato lo consigue, las imágenes recibidas por el aparato consisten en una silueta femenina de color negro, sobre un fondo rojo, la silueta comienza a caminar, da a penas dos pasos a la derecha y vuelve al lugar donde se encontraba, esto seguido por una serie de movimientos, cambiando de pose en repetidas ocasiones, como quien se mira al espejo buscando el ángulo que lo haga lucir. El sonido emitido por el televisor se trata de algo que parece describir a una mujer de nombre "Valentine" la supuesta chica es descrita como "agresiva, innovadora y roja" esto ultimo es percibido por el individuo como algo carente de sentido y en un acto casi mecánico el individuo omite la ultima palabra. La descripción continua, a lo previamente dicho, se le agrega que Valentine viene de una familia con siglos de historia y en vías de la desaparición. De inmediato, el individuo se desconecta de forma inconsciente de las palabras que el televisor emite, manteniendo una mirada fija pero perdida, sin prestar atención a su exterior. Con la información captada acerca de Valentine, el sujeto empieza a tejer una historia en su mente. Para el, Valentine es una chica parisina de costumbres peculiares, cabello hasta los hombros, quebrado, y castaño, estatura aproximada de un metro, con setenta centímetros, delgada y rondando los treinta años de edad.
En este punto, es justo aclarar que la historia de Valentine ha sido imaginada por un arrebato de la mente del individuo, y no por su voluntad.
Valentine se crió en el seno de una familia reducida, a penas un par de primos, abuela, una tía, padre, y una madre muerta en el parto. Heredera de un apellido de prosapia, conocido y respetado por la aristocracia parisina. A Valentine parece no importarle conservar la historia y el apellido familiar, su postura hacia el matrimonio es de rechazo total y absoluto.
En un momento de conciencia el sujeto atiende nuevamente la emisión televisiva, justo a tiempo para descubrir que Valentine y su Valentine no podrían ser mas distintas, y es que Valentine no era mas que el nombre de una maquina de escribir de color rojo.
Sin mas, el sujeto cambia el canal, condenando a su Valentine al olvido.
El Amargo.
En este punto, es justo aclarar que la historia de Valentine ha sido imaginada por un arrebato de la mente del individuo, y no por su voluntad.
Valentine se crió en el seno de una familia reducida, a penas un par de primos, abuela, una tía, padre, y una madre muerta en el parto. Heredera de un apellido de prosapia, conocido y respetado por la aristocracia parisina. A Valentine parece no importarle conservar la historia y el apellido familiar, su postura hacia el matrimonio es de rechazo total y absoluto.
En un momento de conciencia el sujeto atiende nuevamente la emisión televisiva, justo a tiempo para descubrir que Valentine y su Valentine no podrían ser mas distintas, y es que Valentine no era mas que el nombre de una maquina de escribir de color rojo.
Sin mas, el sujeto cambia el canal, condenando a su Valentine al olvido.
El Amargo.
domingo, 23 de junio de 2013
Cronica de la pasión.
Si la lluvia nos contara, si esta ciudad supiera, la cantidad de cosas que las nubes de la ciudad presencian, cosas tan increíbles, insólitas, cosas que ni el mejor guionista sería capaz de imaginar, hazañas indescriptibles, epopeyas dignas de la mitología griega, salidas de la imaginación de algún loco maravilloso, de esos que se presentan cada tanto, las historias que los padres les cuentan emocionados a sus hijos, llenos de ese espíritu infantil, con la voz quebrada, con los ojos llorosos, anécotas que los hijos son incapaces de creer, anécdotas que yo mismo me negué a creer, aquellas anécdotas que nos hablan de la lucha de gigantes, en donde uno con una herida de muerte, y lleno de orgullo se niega a caer, aquellas anécdotas donde uno de los gigantes, con su propia sangre corriendo entre sus dedos se niega a morir. Bien, pues eso será lo que les contaré, una historia increíble, de una pasión indescriptible, una historia que habla de mas de una resurrección.
Algún escritor describió alguna vez al fútbol como el regreso a la infancia, yo no podría estar mas de acuerdo. El fútbol es la vuelta a la época de los héroes, esa donde idolatrábamos a alguien que orgulloso portaba una vestimenta ridícula, con los calzoncillos de fuera, esos héroes coloridos y extravagantes, que nos hacían creer que bastaba un segundo para cambiar las cosas, que bastaba un golpe para devolver la esperanza.
Días antes había pensado en abandonar el fútbol (Como aficionado) estaba hartandome un poco, las cosas que una vez me habían hecho sentir cierta emoción ahora me hacían sentir aburrimiento, me hacían creer que cada día me volvía mas "Común" me parecía cada día mas a mi padre, a un señor cuarentón común y corriente, me sentía vil. Sin embargo por esas fechas, cuando la decisión de dejar aquel deporte había sido tomada, y parecía irrevocable, mi equipo pasó a las finales, razón suficiente para seguir viéndolo, al menos por un rato, mientras lo eliminaban, cosa que por los antecedentes recientes no me parecía difícil, yo estaba a la espera de un juego que exaltara mi pasión, me me devolviera a aquellas épocas de la niñez, pero nunca llegó, las eliminatorias pasaron, mi equipo ganaba, pero como se había vuelto costumbre, yo no estaba satisfecho, el fútbol para mi ya era algo vacío, algo que ya catalogaba como un mero pretexto para pasar un rato con mi padre. Las finales pasaban, mi equipo clasificaba, pero la decisión no se levantaba, yo iba a dejar el fútbol.
Llegó la final, mi equipo tenia frente un escenario épico, el mayor rival de la ciudad en frente, cerrando en casa, una de esas cosas que se ven pocas veces en la vida, el pretexto perfecto para continuar con el fútbol. Como sabrán, la final del fútbol en Méjico se juega a dos partidos, el primer partido transcurrió con una monotoneidad insólita para un partido de esa talla que pintaba para ser una de las finales mas memorables del fútbol en este país, el resultado, uno a cero, adverso para mi equipo. Y aunque el resultado no había sido avasallante, para mi parecía lapidario, mi fé en el fútbol estaba totalmente extinta, para mi ver aquello era como la marcha fúnebre para mi equipo, y para mi pasión por aquel deporte.
Dios sabe como, pero mi padre consiguió boletos para el segundo partido, el camino al estadio, el llamado "Coloso de Santa Ursula" me pareció eterno y soso, una analogía ideal para mi sentir por ese juego, un día gris y lluvioso, parecía que todo se conjugaba para el entierro de la pasión que para aquel entonces estaba muerta.
A los quince minutos de mi estancia en aquel inmueble mi equipo sufrió una expulsión, tres minutos después, un gol en contra, la cosa se veía acabada, y era el clima general, en el fondo sé que las otras 110,000 personas que me rodeaban pensaban lo mismo, el partido estaba sentenciado, el balón rodaba con la única esperanza de que el tiempo se consumiera y el equipo rival pudiese levantar su primera copa en quince años, en el escenario mas adecuado, la casa del archienemigo, la mesa estaba mas que puesta. Los minutos pasaron hasta llevarnos al punto en donde todos hacían oficial la perdida de fé, muchos dicen que fue al minuto 87, yo no lo sé, no reparé en detalles, solo deseaba que aquello terminara para oficializar mi decisión. Me levantaba de mi butaca tras la orden de mi padre, las palabras "Vámonos, yo ya no quiero ver esto" parecían darme la sentencia, una vida alejada de ese deporte que tanta ilusión me daba cuando niño, caminabamos por el pasillo de butacas, no eramos los únicos, cuando levantamos la cara para echar el ultimo vistazo de aquel trágico paisaje nos encontramos con el gol, un gol agónico que parecia decir "Hemos perdido, pero no hemos bajado los brazos" la sentencia parecia ser la misma, ya que el equipo necesitaba dos goles para empatar el encuentro, pero el clima era otro, la derrota estaba presupuestada, pero había algo en el aire, algo que se confirmo con una mirada mutua entre mi padre y yo, una mirada que decía a todas luces "Nos quedamos" regresamos a nuestros lugares en un acuerdo silencioso, el tiempo era insuficiente, se podía ver, pero aquel equipo, aquellos "héroes" de colores extravagantes nos decían lo contrario, ellos atacaron, con el orgullo por delante, sin esperanza, eso se notaba, la única esperanza que había en ese campo era la de perder con la cara al sol, y lo estaban consiguiendo. En un saque de esquina vimos al presidente del equipo gritandole al portero que se lanzara al frente, el arquero obedeció, el estadio enmudeció, a lo lejos se escuchaban los gritos de los aficionados rivales, gritos de alegría al saberse campeones, gritos que yo no podía comprender, no en aquel momento, el tiro de esquina pasó de largo. De nuevo, la sentencia parecia dada.
No sé que tan patético sea, pero les puedo garantizar que aquel fue el momento mas feliz de mi vida, fue un mero reflejo el gritar gol, las lágrimas salían y se confundían con la lluvia, las lágrimas guardadas para la muerte de mi pasión ahora festejaban la resurrección de la misma, y es que cuando el portero marca el gol en el ultimo minuto de una final, no hay mucho mas que decir, a pesar de que ese gol representaba tan solo el empate en el marcador, todos en aquel estadio sabíamos que el gol anotado por el guardameta era la hazaña que tantos años escuchamos, ese momento en el que un equipo demuestra su grandeza, y mas que eso, es el momento en el que el balompie nos muestra de lo que es capaz.
Como comentario final y por si se lo preguntaban les puedo decir que el equipo al que yo apoyaba consolido la hazaña con la victoria, y levantó el trofeo, el arquero que metiera el gol del empate atajo un penal. Y al final, la pasión revivió.
¿Que tienes fútbol? ¿Que tienes que cautivas a todo el que ve rodar ese balón? ¿Y que tienen aquellos que no gustan de tus hazañas? Esos infieles que tanto critican al mirar los partidos, que te acusan de ser el nuevo opio de las masas. ¿Y si lo fueras? Que opio tan placentero, que droga tan dulce ¿Que tienen ellos, fútbol? Yo solo sé, que no te tienen a ti.
El Amargo.
Algún escritor describió alguna vez al fútbol como el regreso a la infancia, yo no podría estar mas de acuerdo. El fútbol es la vuelta a la época de los héroes, esa donde idolatrábamos a alguien que orgulloso portaba una vestimenta ridícula, con los calzoncillos de fuera, esos héroes coloridos y extravagantes, que nos hacían creer que bastaba un segundo para cambiar las cosas, que bastaba un golpe para devolver la esperanza.
Días antes había pensado en abandonar el fútbol (Como aficionado) estaba hartandome un poco, las cosas que una vez me habían hecho sentir cierta emoción ahora me hacían sentir aburrimiento, me hacían creer que cada día me volvía mas "Común" me parecía cada día mas a mi padre, a un señor cuarentón común y corriente, me sentía vil. Sin embargo por esas fechas, cuando la decisión de dejar aquel deporte había sido tomada, y parecía irrevocable, mi equipo pasó a las finales, razón suficiente para seguir viéndolo, al menos por un rato, mientras lo eliminaban, cosa que por los antecedentes recientes no me parecía difícil, yo estaba a la espera de un juego que exaltara mi pasión, me me devolviera a aquellas épocas de la niñez, pero nunca llegó, las eliminatorias pasaron, mi equipo ganaba, pero como se había vuelto costumbre, yo no estaba satisfecho, el fútbol para mi ya era algo vacío, algo que ya catalogaba como un mero pretexto para pasar un rato con mi padre. Las finales pasaban, mi equipo clasificaba, pero la decisión no se levantaba, yo iba a dejar el fútbol.
Llegó la final, mi equipo tenia frente un escenario épico, el mayor rival de la ciudad en frente, cerrando en casa, una de esas cosas que se ven pocas veces en la vida, el pretexto perfecto para continuar con el fútbol. Como sabrán, la final del fútbol en Méjico se juega a dos partidos, el primer partido transcurrió con una monotoneidad insólita para un partido de esa talla que pintaba para ser una de las finales mas memorables del fútbol en este país, el resultado, uno a cero, adverso para mi equipo. Y aunque el resultado no había sido avasallante, para mi parecía lapidario, mi fé en el fútbol estaba totalmente extinta, para mi ver aquello era como la marcha fúnebre para mi equipo, y para mi pasión por aquel deporte.
Dios sabe como, pero mi padre consiguió boletos para el segundo partido, el camino al estadio, el llamado "Coloso de Santa Ursula" me pareció eterno y soso, una analogía ideal para mi sentir por ese juego, un día gris y lluvioso, parecía que todo se conjugaba para el entierro de la pasión que para aquel entonces estaba muerta.
A los quince minutos de mi estancia en aquel inmueble mi equipo sufrió una expulsión, tres minutos después, un gol en contra, la cosa se veía acabada, y era el clima general, en el fondo sé que las otras 110,000 personas que me rodeaban pensaban lo mismo, el partido estaba sentenciado, el balón rodaba con la única esperanza de que el tiempo se consumiera y el equipo rival pudiese levantar su primera copa en quince años, en el escenario mas adecuado, la casa del archienemigo, la mesa estaba mas que puesta. Los minutos pasaron hasta llevarnos al punto en donde todos hacían oficial la perdida de fé, muchos dicen que fue al minuto 87, yo no lo sé, no reparé en detalles, solo deseaba que aquello terminara para oficializar mi decisión. Me levantaba de mi butaca tras la orden de mi padre, las palabras "Vámonos, yo ya no quiero ver esto" parecían darme la sentencia, una vida alejada de ese deporte que tanta ilusión me daba cuando niño, caminabamos por el pasillo de butacas, no eramos los únicos, cuando levantamos la cara para echar el ultimo vistazo de aquel trágico paisaje nos encontramos con el gol, un gol agónico que parecia decir "Hemos perdido, pero no hemos bajado los brazos" la sentencia parecia ser la misma, ya que el equipo necesitaba dos goles para empatar el encuentro, pero el clima era otro, la derrota estaba presupuestada, pero había algo en el aire, algo que se confirmo con una mirada mutua entre mi padre y yo, una mirada que decía a todas luces "Nos quedamos" regresamos a nuestros lugares en un acuerdo silencioso, el tiempo era insuficiente, se podía ver, pero aquel equipo, aquellos "héroes" de colores extravagantes nos decían lo contrario, ellos atacaron, con el orgullo por delante, sin esperanza, eso se notaba, la única esperanza que había en ese campo era la de perder con la cara al sol, y lo estaban consiguiendo. En un saque de esquina vimos al presidente del equipo gritandole al portero que se lanzara al frente, el arquero obedeció, el estadio enmudeció, a lo lejos se escuchaban los gritos de los aficionados rivales, gritos de alegría al saberse campeones, gritos que yo no podía comprender, no en aquel momento, el tiro de esquina pasó de largo. De nuevo, la sentencia parecia dada.
No sé que tan patético sea, pero les puedo garantizar que aquel fue el momento mas feliz de mi vida, fue un mero reflejo el gritar gol, las lágrimas salían y se confundían con la lluvia, las lágrimas guardadas para la muerte de mi pasión ahora festejaban la resurrección de la misma, y es que cuando el portero marca el gol en el ultimo minuto de una final, no hay mucho mas que decir, a pesar de que ese gol representaba tan solo el empate en el marcador, todos en aquel estadio sabíamos que el gol anotado por el guardameta era la hazaña que tantos años escuchamos, ese momento en el que un equipo demuestra su grandeza, y mas que eso, es el momento en el que el balompie nos muestra de lo que es capaz.
Como comentario final y por si se lo preguntaban les puedo decir que el equipo al que yo apoyaba consolido la hazaña con la victoria, y levantó el trofeo, el arquero que metiera el gol del empate atajo un penal. Y al final, la pasión revivió.
¿Que tienes fútbol? ¿Que tienes que cautivas a todo el que ve rodar ese balón? ¿Y que tienen aquellos que no gustan de tus hazañas? Esos infieles que tanto critican al mirar los partidos, que te acusan de ser el nuevo opio de las masas. ¿Y si lo fueras? Que opio tan placentero, que droga tan dulce ¿Que tienen ellos, fútbol? Yo solo sé, que no te tienen a ti.
El Amargo.
miércoles, 12 de junio de 2013
Ricordando a Sandro.
El viajero insomne (1977) fue la última obra publicada en vida por Sandro Penna (Peruggia, 19o6-Roma, 1977). La historia textual de esta plaquette es un indicio del peculiar personaje que este gran poeta representó. Penna ejercía una extravagante mezcla de oficios contador, traductor, marchante de cuadros de poca monta, y vivía siempre al borde de la indigencia. Una indigencia aristocrática: Cesare Garboli, su editor y albacea, cuenta que a principios de los años setenta en la época en que estos poemas fueron escritos Penna vivía en la mayor pobreza, pero no se privaba de pagar un chofer que todas las tardes lo llevaba a respirar la brisa del sudoeste a un preciso punto de la periferia romana, entre la vía Aurelia y la ruta a Fiumicino. Un grupo de escritores, entre los que se encontraban Garboli y Natalia Guinzburg, organizó una colecta, a la que adhirió el diario Il Messaggero, para paliar sus necesidades más urgentes. El episodio forma parte de la monumental agitación ideológica de los años setenta: un grupo de intelectuales de izquierda acusaron a los promotores de la iniciativa de humillar a Penna haciéndolo objeto de caridad pública, cuando se trataba en realidad de “discutir las relaciones entre la creación artística y el poder político y económico”.
Penna fue reconocido como uno de los grandes poetas italianos del siglo XX a partir de 1957, gracias a Poesie, libro en que la editorial Garzanti recogió toda su obra publicada hasta entonces, y que ganó el célebre premio Viareggio. Eso no modificó su excentricidad con respecto al medio literario y editorial, y su tendencia a dispersar sus poemas en revistas y plaquettes; pasaron casi veinte años hasta la aparición de su siguiente libro, Stranezze (1976). De los catorce poemas de El viajero insomne, diez pertenecían en principio a aquel poemario, pero Penna los apartó al ofrecerle a un editor genovés la publicación de un libro con algunos poemas suyos e ilustraciones del artista Giacomo Manzù. En esa decisión convergían la relación particular que tenía Penna con sus manuscritos y, nuevamente, la necesidad de dinero: como la edición genovesa sería de lujo, para suscriptores, el poeta recibiría por esos catorce breves poemas una interesante paga. Pero la “edición Manzù” nunca se concretó, y aquellos diez poemas, junto con otros cuatro inéditos, pasaron a formar la plaquette Ilviaggiatore insonne. Penna trataba a sus manuscritos como si fueran cuadros, piezas únicas e irreproducibles, y del todo independientes entre sí: siempre mostró gran resistencia a desprenderse de ellos, y no lo hacía sin auténtico duelo. Un ejemplo: creía que “Desembarco en Ancona” -uno de los poemas de El viajero insomne- era una de su mejores páginas, y por eso mismo no se decidió a cederla al librito hasta último momento y con grandes lamentaciones.
La crítica se tomó demasiado en serio la resistencia de Penna a ejercer como poeta profesional. Aunque nadie discutía la altura de su talento, se lo trataba con condescendencia, un poco como al Aduanero Rousseau dentro del impresionismo: otorgándole el lugar del autodidacta intuitivo y tosco, ganado por un homoerotismo pintoresco, sin un sustento ético ni metafísico, del todo despojado de metadiscurso. Anceschi lo ubica “más acá, nunca más allá, de toda inquietud moral y de toda reflexión sentimental”; De Michelis habla de “espontaneidad ingenua”; Caretti se refiere a la “simplificación exacta y graciosa” operada por Penna sobre la lengua; Umbro Apollonio, notorio crítico marxista, define su poesía como “un candido prodigio”. Todo lo cual causó la seria indignación de Pier Paolo Pasolini, para quien Penna era una figura central en la literatura italiana del siglo XX. Para poner las cosas en su lugar, Pasolini elaboró la teoría de un Penna “místico”, en el que hay elementos “talismánicos”, resistentes al análisis. Por eso se lo suele ubicar como un crepuscular tardío: no es casualidad que el último poema de El viajero insomne -es decir, su última página publicada en vida- vaya dedicada a Montale, diez años mayor que él, a quien consideraba su maestro. Pero, en la argumentación de Pasolini, Penna trabaja sobre una tesitura en la que todo es “excesivo”: la belleza, la evidencia, la felicidad, la búsqueda de la completitud. Hay allí un erotismo encerrado en un círculo obsesivo y una dialéctica permanente entre la angustia y la euforia: en esto reside su “extraña alegría de vivir” título de otra de sus bellísimas plaquettes o, en términos de Pasolini, su “neurosis”. Un misticismo que irradia también hacia su posición solitaria y excéntrica, como aquel que rehuye el dogma (la institución) y el sentimiento de culpa (el código moral de la Italia católica o de la Italia militante).
La poesía de Penna se erige en una convergencia verdaderamente peculiar: la precisa tradición grecolatina del epigrama erótico, con una serie de fulguraciones del carpe diem se entreteje con esa tendencia al silencio y a la extrema condensación que guía una de las vetas más perdurables de la poesía del siglo XX: en un registro distinto, Ungaretti es un célebre representante de esta línea. Tan lejos de la tentación barroca como del coloquialismo, la lengua de Penna prefiere esa deliberada pobreza de medios que Brodsky festejaba en Kavafis; en la adjetivación de El viajero insomne las sandías son “rojas”; la terraza, “alta”. Pobreza de medios y condensación extrema: en esa conjunción se cuaja la opacidad sustancial que envuelve sus poemas, más como un cegador destello que como un defecto de luz. Un erotismo obsesivo, nada sensual, que contamina todo el paisaje y disuelve toda subjetividad: por eso, a diferencia de Kavafis, a quien puede recordar por momentos, no hay melancolía por la pérdida de una belleza pasada, sino sufrimiento -y euforia- por la tensión de ese presente perpetuo que no se resuelve. Y cruzando por todo ello hay una música de canción popular, que acentúa la nostalgia por una pureza sin inocencia que está siempre en otra parte, y cuya búsqueda es un camino de necesaria soledad. Una música en la que, también, puede resonar la ironía, como en el poema que empieza “Cuando la esbelta lechera…”
Estamos tan cerca de las miradas de reojo de Baudelaire como de los patéticos aspavientos de las criaturas de Samuel Beckett. Con su pobreza, con su erotismo sin sensualidad, con sus deslumbrantes contrastes de luz, Penna es un vagabundo al que la masa atrae y espanta, como en el último poema de El viajero insomne,el que no se integra entre la multitud que sale de la cancha, pero no con desdén ni superioridad, al contrario: con la angustia de no poder ser alguien, otro, uno. Así se va disolviendo en nada, en nadie, en un resto de conciencia que, sin embargo, encuentra “injusto” el tener que morir. El poema, precisamente, es el documento de esa resistencia y de su pobre, gloriosa victoria.
Penna fue reconocido como uno de los grandes poetas italianos del siglo XX a partir de 1957, gracias a Poesie, libro en que la editorial Garzanti recogió toda su obra publicada hasta entonces, y que ganó el célebre premio Viareggio. Eso no modificó su excentricidad con respecto al medio literario y editorial, y su tendencia a dispersar sus poemas en revistas y plaquettes; pasaron casi veinte años hasta la aparición de su siguiente libro, Stranezze (1976). De los catorce poemas de El viajero insomne, diez pertenecían en principio a aquel poemario, pero Penna los apartó al ofrecerle a un editor genovés la publicación de un libro con algunos poemas suyos e ilustraciones del artista Giacomo Manzù. En esa decisión convergían la relación particular que tenía Penna con sus manuscritos y, nuevamente, la necesidad de dinero: como la edición genovesa sería de lujo, para suscriptores, el poeta recibiría por esos catorce breves poemas una interesante paga. Pero la “edición Manzù” nunca se concretó, y aquellos diez poemas, junto con otros cuatro inéditos, pasaron a formar la plaquette Ilviaggiatore insonne. Penna trataba a sus manuscritos como si fueran cuadros, piezas únicas e irreproducibles, y del todo independientes entre sí: siempre mostró gran resistencia a desprenderse de ellos, y no lo hacía sin auténtico duelo. Un ejemplo: creía que “Desembarco en Ancona” -uno de los poemas de El viajero insomne- era una de su mejores páginas, y por eso mismo no se decidió a cederla al librito hasta último momento y con grandes lamentaciones.
La crítica se tomó demasiado en serio la resistencia de Penna a ejercer como poeta profesional. Aunque nadie discutía la altura de su talento, se lo trataba con condescendencia, un poco como al Aduanero Rousseau dentro del impresionismo: otorgándole el lugar del autodidacta intuitivo y tosco, ganado por un homoerotismo pintoresco, sin un sustento ético ni metafísico, del todo despojado de metadiscurso. Anceschi lo ubica “más acá, nunca más allá, de toda inquietud moral y de toda reflexión sentimental”; De Michelis habla de “espontaneidad ingenua”; Caretti se refiere a la “simplificación exacta y graciosa” operada por Penna sobre la lengua; Umbro Apollonio, notorio crítico marxista, define su poesía como “un candido prodigio”. Todo lo cual causó la seria indignación de Pier Paolo Pasolini, para quien Penna era una figura central en la literatura italiana del siglo XX. Para poner las cosas en su lugar, Pasolini elaboró la teoría de un Penna “místico”, en el que hay elementos “talismánicos”, resistentes al análisis. Por eso se lo suele ubicar como un crepuscular tardío: no es casualidad que el último poema de El viajero insomne -es decir, su última página publicada en vida- vaya dedicada a Montale, diez años mayor que él, a quien consideraba su maestro. Pero, en la argumentación de Pasolini, Penna trabaja sobre una tesitura en la que todo es “excesivo”: la belleza, la evidencia, la felicidad, la búsqueda de la completitud. Hay allí un erotismo encerrado en un círculo obsesivo y una dialéctica permanente entre la angustia y la euforia: en esto reside su “extraña alegría de vivir” título de otra de sus bellísimas plaquettes o, en términos de Pasolini, su “neurosis”. Un misticismo que irradia también hacia su posición solitaria y excéntrica, como aquel que rehuye el dogma (la institución) y el sentimiento de culpa (el código moral de la Italia católica o de la Italia militante).
La poesía de Penna se erige en una convergencia verdaderamente peculiar: la precisa tradición grecolatina del epigrama erótico, con una serie de fulguraciones del carpe diem se entreteje con esa tendencia al silencio y a la extrema condensación que guía una de las vetas más perdurables de la poesía del siglo XX: en un registro distinto, Ungaretti es un célebre representante de esta línea. Tan lejos de la tentación barroca como del coloquialismo, la lengua de Penna prefiere esa deliberada pobreza de medios que Brodsky festejaba en Kavafis; en la adjetivación de El viajero insomne las sandías son “rojas”; la terraza, “alta”. Pobreza de medios y condensación extrema: en esa conjunción se cuaja la opacidad sustancial que envuelve sus poemas, más como un cegador destello que como un defecto de luz. Un erotismo obsesivo, nada sensual, que contamina todo el paisaje y disuelve toda subjetividad: por eso, a diferencia de Kavafis, a quien puede recordar por momentos, no hay melancolía por la pérdida de una belleza pasada, sino sufrimiento -y euforia- por la tensión de ese presente perpetuo que no se resuelve. Y cruzando por todo ello hay una música de canción popular, que acentúa la nostalgia por una pureza sin inocencia que está siempre en otra parte, y cuya búsqueda es un camino de necesaria soledad. Una música en la que, también, puede resonar la ironía, como en el poema que empieza “Cuando la esbelta lechera…”
Estamos tan cerca de las miradas de reojo de Baudelaire como de los patéticos aspavientos de las criaturas de Samuel Beckett. Con su pobreza, con su erotismo sin sensualidad, con sus deslumbrantes contrastes de luz, Penna es un vagabundo al que la masa atrae y espanta, como en el último poema de El viajero insomne,el que no se integra entre la multitud que sale de la cancha, pero no con desdén ni superioridad, al contrario: con la angustia de no poder ser alguien, otro, uno. Así se va disolviendo en nada, en nadie, en un resto de conciencia que, sin embargo, encuentra “injusto” el tener que morir. El poema, precisamente, es el documento de esa resistencia y de su pobre, gloriosa victoria.
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