Eran las cinco de la mañana y los primeros coches ya iban pasando, el despertador sonó como cada madrugada anunciando la trágica rutina. Despertar y pensar lo mismo de siempre, pero hoy era distinto, en escencia, el pensamiento era el mismo, pero algo había cambiado, estaba seguro. Se levantó de la cama, aturdido, haciendo esfuerzos enormes por abrir los ojos, habían sido noches malas, a penas dos o tres horas de sueño, con terribles y prolongados intervalos de vigilia.
La noche anterior se había levantado a las tres de la mañana, aterrado por un sueño que era incapaz de recordar, despertó agitado, asustado, con una sensación de vacío muy propia de su consciencia, debió ser algo terrible, no pudo conciliar el sueño luego de eso. Curaba su insomnio vagando por la casa, acompañado por un vaso de agua, o de ron, según su estado de animo, caminando de un lado a otro, pasando por el comedor, la cocina, la sala, su habitación, es sus momentos menos lucidos, incluso el baño.
Una vez cumplida la rutina de la mañana salió de la casa, encendió el coche, y tomó camino. Había algo esa mañana, su mente era ocupada por el mismo pensamiento insensato de siempre, le daba vueltas intentando encontrar alguna novedad, pero no había nada, la situación, en si misma, estaba igual que antes, lo unico nuevo, era el hastío, un hastío que apareció de la nada, con razones de sobra, pero sin el mayor aviso. Y mientras mas intentaba evadirlo, mas lo encontraba.
Ya en el trabajo el enojo era evidente, estaba frustrado con el poco control que tenía de las cosas, ni siquiera por su parte podía estar seguro, los sentimientos lo atropellaban, le pasaban por encima a su razón de una forma patética.
Hay días así, en que los sentimientos arrasan, y se vuelven obvios ante la vista del resto, no era algo que pudiera contener, sus compañeros lo notaban y preferían mantener distancia.
Se tomó un momento de descanso del trabajo que ni siquiera era capaz de realizar en su estado, fue al baño, desesperado, nunca el corredor que separaba los baños de los cubículos le había parecido tan largo, mientras lo caminaba se notaba a si mismo mareado, estaba disperso mentalmente, pero ahora a eso lo acompañaba un malestar físico similar al de un adicto en plena abstinencia. Ya en el baño mojaba su cara presuroso, tratando de dispersar el mareo, se golpeaba, cada vez con mas fuerza, sin embargo no podía reaccionar, dirigía la vista al espejo, estaba pálido, con las mejillas enrojecidas luego de los bofetones que el mismo se había pegado, quedó absorto por un momento, se miro a si mismo a los ojos, había algo extraño, notaba una coloración amarillenta, poco a poco iba notando mas cosas, cosas que seguramente no eran reales, veía como palidecía su rostro, mas y mas, era ya un fantasma, notaba las ojeras, veía arrugas aparecer, su cabello ponerse blanco, veía desesperado como sus manos, se arrugaban y se torcían, estaba al borde de un colapso, intentaba llorar, gritar, pedir auxilio, pero había un nudo enorme en la garganta, que lo ahorcaba y obligaba a mirar como su cuerpo decaía en un santiamén, su vista se nublaba de a poco, comenzando por los costados. Cuando pudo recuperar un poco de razón, se encontró tirado en el piso del baño, a los pies del lavabo, sin corbata, con la camisa desfajada, y el saco, nunca supo donde dejó el saco. Se incorporó lentamente, sosteniéndose de lo que podía, volvió a mirarse en el espejo, era el, la palidez persistía, pero solo eso. Lucía realmente mal, salió del baño tambaleándose, aturdido, aún, pensó en volver a sus labores, pero en ese estado le habría sido imposible. Salió del edificio, sin siquiera ir por su coche, caminó por la calle, confundido, tratando de respirar hondo y evitar una caída en plena vía pública. El sentía las miradas de la gente, creía escuchar los susurros, para el, todos estaban mirándole y comentando su estado, había un ruido desmedido en su cabeza, los sonidos se agudizaban si excepción, desde el cantar de los pájaros hasta el claxon de los autos que esperaban la luz del semáforo.
Estaba pasando, al fin iba perdiendo la cabeza, y no hay mejor manera de perder la cabeza que sintiendo las cosas tal y como son. Acostumbrados a sumergirnos en lo nuestro, en nuestra pequeña realidad que nos absorbe y nos hace ignorar al resto, el ya no podía sostener esa mentira, notaba todo y no podía con nada, los ruidos aumentaban, la gente era vista a detalle, podía ver el lunar en la espalda de la mujer que corría a al menos 30 metros de ahí. La realidad le aturdía, le saturaba, estaba por estallar.
Ese fue el sueño que lo despertó aquella noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario